La prevalencia estimada al nacimiento oscila entre 1/30.000-110.000 en todo el mundo, pero puede ser mayor en poblaciones aisladas.
Descripción clínica
El espectro clínico es muy amplio, incluso dentro de las familias afectas. Asimismo, la edad de inicio es muy variable.
Algunos pacientes permanecen asintomáticos durante décadas, mientras que unos pocos presentan síntomas antes de los 3 ó 5 años de edad.
La enfermedad puede observarse en niños después de los 3 años y la mayoría de los casos debuta antes de los 40 años.
También se ha descrito casos de aparición tardía con posterioridad a la quinta década de vida.
La presentación clínica depende del sexo y la edad.
En los niños, a una edad media de 10 años, suelen prevalecer las manifestaciones hepáticas, que comienzan habitualmente con daño hepático.
En general, las manifestaciones hepáticas (hepatomegalia, hepatitis subaguda o crónica, insuficiencia hepática aguda o cirrosis con hipertensión portal) suelen preceder a los síntomas neurológicos.
Las manifestaciones neurológicas (distonía, temblor de intención, disartria, dificultades de coordinación, corea, coreoatetosis y trastornos de la marcha) pueden concurrir con los síntomas hepáticos o pueden ser los síntomas clínicos de presentación.
Los trastornos psiquiátricos aislados (depresión, fobias, comportamiento compulsivo, cambios de personalidad, agresividad o inestabilidad emocional) son infrecuentes y se observan más comúnmente en conjunción con la enfermedad hepática o neurológica.
Los pacientes afectos también pueden presentar una amplia gama de otras manifestaciones: episodios hemolíticos agudos, retraso puberal, amenorrea, abortos de repetición, anillos de Kayser-Fleischer a consecuencia de depósitos de cobre en la membrana de Descemet, dolor óseo, artralgia y osteoporosis, arritmia, miocardiopatía, hematuria, síndrome nefrótico y litiasis renal.
También se ha descrito carcinoma hepatocelular en casos aislados.
Etiología
La enfermedad se debe a una toxicosis crónica por cobre, causada por variantes patogénicas de ATP7B (13q14.3) que conducen a una alteración de la eliminación del cobre y a su posterior acúmulo en los tejidos corporales, principalmente en hígado inicialmente y, posteriormente, en cerebro y otros órganos.
Métodos diagnósticos
La presentación variable (hepática, neurológica, psiquiátrica) dificulta el diagnóstico, que se basa principalmente en la combinación de características clínicas y resultados anómalos en las pruebas de laboratorio (elevación de las enzimas hepáticas, trombocitopenia, disminución de los niveles séricos de ceruloplasmina elevada.
Diagnóstico diferencial
Diagnóstico prenatal
Hallazgos Genéticos
La transmisión es autosómica recesiva.
Debe ofrecerse consejo genético a las parejas de riesgo, en las que ambos individuos son portadores de una mutación causante de la enfermedad.
Informándoles de que la probabilidad de tener un hijo afecto es del 25% en cada embarazo, así como de la existencia de un tratamiento eficaz.
Manejo y Tratamiento
En la actualidad, no se dispone de una cura para la enfermedad de Wilson.
El objetivo principal del tratamiento consiste en establecer un balance negativo de cobre basado en la administración crónica de agentes quelantes (D-penicilamina, sales de trientina) o de sales de zinc.
El tratamiento contribuye a mejorar las manifestaciones de la enfermedad a largo plazo, y su eficacia depende de la estricta adherencia al mismo durante toda la vida.
La restricción de alimentos ricos en cobre puede resultar beneficiosa.
El trasplante de hígado es la terapia de elección en los casos de insuficiencia hepática aguda con encefalopatía o cirrosis descompensada a pesar del tratamiento farmacológico.
Pronóstico
El pronóstico depende del pronto diagnóstico e inicio del tratamiento y de la adherencia al mismo.
Sin tratamiento, la enfermedad es progresiva con un curso grave y potencialmente mortal, pero con el abordaje terapéutico adecuado, el pronóstico a largo plazo es muy bueno.